19 nov 2018

LA FERIA




Fui a la feria, quería comprar fruta y sobre todo, plátanos. Mi hijas son grandes consumidoras; con avena, leche, yogurth, etc. No había plátano, y el que había estaba pasado, así es que cambie las prioridades.  Camine por la feria pensando que cada día  todo escasea.  Será que el deseo de comprar un producto, que no está, potencie mi necesidad.
Un señor me ofreció de un cuanto hay; sandia, piña, tángelos, mangos. ¡Aproveche caserita! Además, aprovecho de hacer algunos chistes; dijo algo así que estaba rematando todo porque tenía que ir a su casa a cocinar, que su señora lo había llamado y él le obedecía. Otra clienta le sonrió y dijo: que mentiroso. Él se defendió de inmediato; yo no miento, dijo. La señora volvió a sonreír. No me cree, insistió. A usted le mienten los hombres, pregunto.
La cara de la señora se fue a otro mundo. Ya no sonrió y solo se dedicó a elegir su fruta. Y yo empecé a imaginar su vida. Le habían mentido, sin duda. Tal vez una vez, o un par de veces. Trate de mirar sus ojos, pero la señora ya no volvió a mirar a nadie. Yo solo me empape de todos los olores de la feria; ácidos, dulzones, agridulces, frescos, pasados y en particular observe la disposición de los colores en ese puesto.  Luego compre y me olvide de ella.
Ahora que reflexiono, hubiera sido bonito que la abrazara. Quizás no hubiese servido de nada, total la mentira ya estaba instalada, pero ella hubiese sentido que no estaba sola en esa situación, que a todas nos mienten.




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