24 feb 2014

Miedos

Tengo la piel añeja de tanto extrañarte
y el espejo me abofetea cada mañana
nombrando cada uno de mis surcos,
como si fueran ríos resecos de lagrimas perdidas.

Yo no estaba en el río cuando se cayo tu mano,
 no estaba en la tierra cuando se perdió tu paso,
no estaba en el cielo cuando se borro tu huella.

En estos escasos años de  negra noche,
en estos mañosos años de rabia sola,
en estos sucios relatos de almas quietas,
puedo olerte a la distancia
porque mi nariz de sabueso descarriado
no pierde tu pisada y puedo olerte siempre.

Te sigo,
rastreo tu aroma,
olisqueo tu sombra,
ato mi zapatos a tu mano,
para que nunca dejes de socorrerme 
en esas negra noches de almas quietas.

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