11 jun 2012

A mi Padre


Yo no sabía padre
de lagrimas sin salida y corazones deshuesados
no sabia de caricias adormecidas y poesías extraviadas,
de ojos soñadores 
cansados de  dolores.

Pero mentía
con tantas horas de  sombras había olvidado,
que las lámparas no se encienden
 con  dolores recargados,
y volví a recorrer pasillos cerrado con candados.

Nada ha cambiado
y todo ha cambiado,
pero el sol nace y se disuelve
como una lagrima suavemente derramada
sobre una duna dorada.

Te vas y te quedas
adosado, encostrado, abrazado
a nuestras manos, ojos, sonrisas,
clavado a nuestros pies
y fusionado en nuestros corazones.

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